Recién me tuve que cuestionar qué es la masculinidad, y es que la teoría feminista en boga ha traído consigo el debate de la femineidad y de lo que se construye en su comparación que es la masculinidad. Al ir formulando la respuesta a mi pregunta llegué a la conclusión de cuánta razón tenía Simone de Beauvoir al decir que una no nace mujer, llega a serlo; quiero ahondar un poco en lo trivial que se ha convertido esto citando lo que preguntaba Marx: «¿Qué es un esclavo negro? Un hombre de la raza negra. Sólo se convierte en esclavo en determinadas relaciones» (Marx, 1971) a lo que después parafrasea Gayle Rubin: «Una mujer es una mujer. Sólo se convierte en doméstica, esposa, mercancía, conejito Playboy, prostituta o dictáfono humano en determinadas relaciones» (Rubin, 1975) pero, ¿realmente una mujer es una mujer y un hombre es un hombre? Porque entonces yo podría decir, cómo Simone, que no nacemos siendo hombres ni mujeres, sino simplemente seres humanos, de eso no hay duda, ya que la primer categoría que abarca a los seres es: vivos, después sigue la categoría de seres + humanos, y después nos tratamos de hacer entrar en la categoría por género: hombre y mujer. Entonces podemos decir que somos seres humanos, y sólo llegamos a ser hombres y mujeres en determinadas relaciones, ahí la importancia de la cultura.
Eso me quedó aun más claro cuando visité el Museo de la Mujer en la Ciudad de México. En ese lugar pude tener un acercamiento a la construcción política y cultural de la representación femenina. Un recorrido que nos lleva desde las culturas antiguas de México y de cómo ellos en realidad fundaban toda su idiosincrasia en la dualidad entre lo femenino y lo masculino, todo dios tenía un poco de femenino y otro de masculino, como dos entes que cooperaban y que equilibraban todo, uno a otro se compensaban, está el claro ejemplo del dios del sol y la diosa de la luna, etcétera; después heredamos valores de la Conquista, que se establecen con sistemas muy diferentes y establecen no la complementariedad entre sexos sino la superioridad y la inferioridad entre uno y otro. Ahora, dentro de esa lógica, inicia un larguísimo transito por subsanar esa desigualdad, y poder poner de nuevo a ambos sexos en unas mismas condiciones y oportunidades.
Ahora que se logra visibilizar a las mujeres en ese sistema político que las tenía sub-representadas, y en una sociedad que las mantenía abnegadas, se ha llegado al extremo en el que hay muy pocas propuestas y pocas feministas se atreven a pronunciarlas, y es que ahora, evidentemente no en la práctica sino en la teoría y en las idealizaciones, se está conduciendo hacia una sociedad andrógina, la libertad de elección, la construcción de la identidad, eso es lo que estamos viendo hoy, lo que produce mucho conflicto para ciertas generaciones que por un sistema de valores tan arraigado les es complicado incluso entender una relación entre dos personas de un mismo sexo, ahora imaginarse un mundo sin sexos y sin géneros es casi imposible.
El género es un síntoma de lo efímera que es nuestra sociedad, de lo mutable que pueden ser nuestras identidades, y de darnos cuenta con esto de que cualquiera puede llegar a ser quien quiera, independientemente del sexo con el que haya nacido. Creo que deberíamos hacer una revisión entonces en toda la historia de la sexualidad, de la representación política de los sexos, de nuestra historia como civilización, y tal vez no caer totalmente en la androginia, pero rescatar la complementariedad aunque no sea entre personas del mismo sexo.
Como mujeres, podemos empatizar con estas parejas de gays o con las personas trasvestis, pues sabemos lo que significa atravesar el proceso para llegar a ser mujer, y que suponemos debe ser igual en forma inversa, es decir, llegar a ser hombre social y culturalmente también tiene sus grandes opresiones, y sanciones sociales (burlas, exclusión, indiferencia, crítica, violencia física, psicológica, emocional, etc), pues ambos sexos estamos bajo la opresión de un sistema patriarcal que nos ha impuesto un sexo y un géneroal que estamos atenidos pero al que también hemos dado batalla por ser una sociedad que avanza por el camino de la liberación del saber, del ser y del conocer.
Visita el Museo de la Mujer en la República de Bolivia 17, Delegación Cuauhtémoc, Colonia Centro de la Ciudad de México.
«Nos encontramos aquí frente a una revolución ‘sui géneris’, sin sangre ni violencia, sin vencedores ni vencidos, que ha venido sacudiendo la estructura de la organización social que situaba a la mujer en condiciones de humillante inferioridad»
María Lavalle Urbina, primera Presidenta del Senado (1965)